24 de enero de 2010

¿Hasta qué punto la diversidad?

Cuando estaba en la universidad pertenecía a un experimento de canal universitario de circuito cerrado. Teníamos en esos días un problema de intervención en la Escuela de Comunicación Social: el decano había tomado la dirección de la Escuela e intervenía a diestra y siniestra cualquier actividad estudiantil que desde allí se apoyara, sin contar el régimen de chismes y persecución entre grupos de profesores que se armó. Desde el centro de estudiantes organizamos actividades, protestas, asambleas, conciertos "por la libertad de la Escuela", en fin. El primer enfrentamiento grande lo tuvimos luego de que el Decano nos llamara a los 3 estudiantes que éramos "jefes de área" de este canal universitario para decirnos que no se iba a transmitir nada sin que él personalmente viera todos y cada uno de los "chorizos de programación" que montábamos (imágínense, la programación semanal estaba organizada en 3 cassettes de VHS de 7 horas cada uno... ¿cuándo iba a revisar un Decano ese material? ¿Cuándo saldría al aire nuestro canal?). ¿Este hombre nos estaba aplicando censura previa en una Escuela de Comunicación? Fin de mundo.

Fuimos a una asamblea de estudiantes convocada por el mismo Decano con el centro de estudiantes y organizadores de otras iniciativas extracátedra. Pues los de Utv nos paramos al fondo con tirro en la boca y carteles de "Estoy censurado por el Decano". 30 chamos de 1er a 5to año contra el Decano, diciéndole en su cara que todo el apoyo que ofrecía en esa asamblea era mentira. El centro de estudiantes al final nos ofreció su apoyo, que contáramos con ellos, que les dijéramos qué teníamos pensado y ellos estarían para nosotros y todo el cuento. Era un momento de gloria para nosotros. La primera era una protesta (que según Robert Alonso, sería técnicamente una guarimba) sentándonos todos en el pasillo donde estaba el televisor de Utv frente al cafetín, sentarnos de manera de trancar el pasillo. Necesitábamos mucha gente, más de los 30 que éramos en el canal.

El asunto es que al momento de la protesta, era un jueves a las 2 de la tarde, fuimos a sentarnos en nuestro pasillo. Pero nadie llegó además de nosotros. De hecho incluso, de los 30 chamos que nos habíamos parado en esa asamblea, no llegaron todos, los que estaban se sentaron un rato, y luego se paraban para ir a comprar algo en el cafetín, los del centro de estudiantes nos mandaban a decir que "ya venían", en fin, desastre. Recuerdo la impotencia del momento, fui a los del centro de estudiantes -del cual yo formaba parte y además eran mis amigos- a decirles de todo, desde "faltos de bolas" hasta "traidores", en fin. El drama. Ese día lloré de rabia, de indignación, de impotencia. Por minutos (tal vez un par de días, confieso) convertí a mis compañeros de la representación estudiantil y del centro de estudiantes en mis "enemigos", porque, claro, me habían dejado solo en ese episodio.

Afortunadamente, la rabia se me pasó. Pero, en paso de la "rabia" a "volver", un par de buenos amigos profesores me pusieron en perspectiva algunas cosas sobre causas, protestas y compromisos, que en los últimos tiempos me ha tocado revisar de nuevo, y agradezco:

1. Identifica bien tu bandera de lucha, y no, un hecho puntual (Utv, en este ejemplo) no es una bandera. Una bandera tiene que ser algo que arrope más que una particularidad.

2. No todo el mundo se movilizará por tu causa particular de la misma manera, ni con la misma intensidad que tú quisieras, porque no todos son dolientes de la misma manera. Pero no son menos válidas las otras acciones que realicen. Cada quien va haciendo su trabajo.

3. En el peor de los casos, no te enfrasques en deprimirte por los que no se movieron, puedes enfocarte con los posiblemente pocos que sí acudieron a tu llamado. Dicho de otra manera, que los que no fueron a hacer lo que tú querías te impida ver a los que sí.

4. Las grandes multitudes animan, hacen bulla y son importantes, pero los cambios fundamentales, los hacen pequeños grupos que actúan en espacios concretos. Así funciona, y unos no quitan mérito a los otros.

Utv no volvió a salir al aire. Pero, en menos de un par de meses el Decano salió de la Escuela y el Consejo Universitario nombró a otro Director, que para "coincidencias afortunadas" habíamos sugerido en incansables reuniones con las altas autoridades de la universidad. Algunas cosas mejoraron, otras no. Vinieron tiempos más estables. El punto es que no importa cuánta gente acuda o participe en cada manifestación para cambiar las cosas.

Es que no hay una única manera de manifestarse Cada quien lo haga como mejor pueda o quiera. El que quiera marchar que marche, el que quiera escribir, el que quiera hablar, el que quiera hacer trabajo social, el que quiera militar en tal partido, etc. Creo que todas son válidas según quien las necesite. Y a nadie hay que perseguir porque promueve una u otra, o porque falta a una o a otra. Lo importante en todo caso es el compromiso para cambiar aquello que necesitamos cambiar cada uno, para que nuestros espacios mejoren para nosotros. Y con esa persecución "al que no protesta como yo quiero" no vamos a lograr mayor cosa.

Al menos, eso fue lo que yo aprendí...



PD. A mis buenos amigos de aquel movimiento estudiantil de la UCAB '96-97, los "adecos culturosos", jejeje. Un gran abrazo.

9 de enero de 2010

Varias cosas... (I)

Ayer me encontré con un amigo haciendo la cola para hacer la revisión del carro en la inspectoría de tránsito. Mientras esperábamos nuestro turno, me contaba del episodio en el que le robaron su carro, y una semana después 4 policías lo extorsionaron para entregarle su carrito medio desvalijado, con placas cambiadas, por 6 mil "fuertes", que no tenía y tuvo que pedir prestado, pues el carro no estaba asegurado porque este año le había ido mal y no tenía ni para la inicial, y el cuento terrible que escuchamos a diario. Más allá de las lecturas al tema del robo de vehículos, la corrupción y delincuencia policial, y todo lo que viene con el paquete, porque el tema no es blanco y negro, sin embargo, me sorprendió su corolario: "pero dentro de todo, aquí vivimos sabroso". ¿Cómo es la cosa? "Claro que sí, aquí uno todavía puede hacer lo que le da la gana". Y así es la cosa.

No importa lo que pase, lo que nos pase, lo que hagan mal nuestros gobiernos, líderes políticos, etc. O todos aquellos que sin ser gobierno hacen o dejan de hacer bien sus trabajos en detrimento nuestro (y ojo, que estamos re-cansados de escuchar los mil y un cuentos al respecto de los malos servicios y maltratos que recibimos de cualquiera que se nos pase por delante), y contando que también nosotros podemos estar del lado que maltrata a veces, que es nuestro día a día. Pero no importa si la mayoría de los servicios públicos o privados no funcionen o que nos pisoteen, porque en el fondo "aquí uno puede hacer lo que le da la gana", incluyéndonos. Ese es nuestro aliciente. Ese es nuestro encanto (por supuesto, añádale las mejores playas del mundo, el mejor clima, el Salto Ángel, la gente más noble, los Navegantes del Magallanes y los Gloriosos Leones del Caracas).

También es nuestra cuota de comodidad. Porque si por un lado me pisan, estoy seguro que tendré por donde salirme, saltando una que otra talanquera o dándole algo pa'l fresco a alguien. O en otro caso seré yo el que pise, y así balanceamos. Y las opciones de balance son muchas. Hace un par de días escribía en twitter que nuestra democracia es como una tranca por un semáforo dañado a la hora pico. No es que no haya democracia, como el semáforo, dañado pero ahí está. Y como el sistema no funciona, todos tenemos el mismo derecho a cruzar según cada quien pueda. A la hora de la chiquita, lo importante es que yo pase, no importa cómo, me quejo del semáforo, me quejo de todos los que están intentando pasar primero -igual que yo- y ahí podemos perder todo el tiempo del mundo. Y no, no hay manera de que mi buen amigo me convenza de que eso es "vivir sabroso".

Y no quiero decir con esto que debamos vivir deprimidos y frustrados con la vida, resignados y desanimados porque no hay quien viva en este país. Para nada. Lo que hay es que dejarse de terapias y palmaditas en el hombro. Lo que hay es que activarse, porque se me ocurre que mientras no seamos capaces de sacrificar esas cuotas de "comodidad" en favor de un bien común, y que ese cambio no va a venir por decreto de ningún gobierno o gerencia, y sí desde nosotros cuando dejemos de ver en cada atropello al otro y a uno mismo una "oportunidad", entonces esto comenzará a ponerse bueno y, quien quita, a vivir sabroso, como Dios manda.

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