16 de julio de 2008

Mi derecho irrenunciable al... ey, por favor, ¿puede hacer silencio?

Vengo saliendo del acto de fin de curso de mi hija de dos años. Como el preeescolar no tiene espacios para esto, alquilaron un salón de fiestas y espectáculos del colegio de abogados y allí pusieron sus sillas, adornaron con globos todo el local, muy bonito todo. Por supuesto había gente hasta las patadas, y el local tampoco era una sabana. Yo fui con mi esposa y mis suegros. Sofía iba a bailar "el Rock de la Cárcel", con una falda jean, una franela rosada y unos lentes oscuros de lo más "fachion" que le compramos ayer para el acto.

El rollo fue que desde que llegamos hasta que me fui, cuanto papá y mamá que fueron (creo que a lo mismo que yo: ver a sus hijos bailando) se dedicaron a hacer bulla, conversar, estorbar el paso y la vista de todos los que estábamos sentados y con ganas de ver lo que habían preparado para nosotros nuestros chamos. No importa cuántas veces la directora o la maestra que dirigía el acto pidieron silencio y orden. No importa cuántas veces amenazaron con suspender el acto (al mejor estilo de cuando estaba en bachillerato). En fin, no disfruté nada, porque todo el tiempo estuve viendo, irritado hasta el stress, cómo la gente hablaba y hablabla, sin importar lo que estaba pasando.

Si fuera el único lugar en el que hubiera presenciado eso, uno dice... bueh... Pero es algo terriblemente común. Uno va al cine y hay que estar pidiendo silencio a cada rato. Uno va caminando por la acera y están tres buhoneros, un o detrás de otro, con tres cornetas tocando músicas distintas compitiendo a ver cuál suena más duro (como si uno fuera a comprarles por la bulla). Una vez, manejando, llegó a darme mareos el retumbar del bajo de una camioneta con changa, que ya a tres carros de distancia lo escuchaba y en un semáforo se me puso al lado y desde allí no se despegó sino hasta una cuadra antes de mi casa.

No soportamos el silencio. Le tenemos miedo al silencio. No sé cuál sería una explicación científica al caso, pero creo que lo resumiría así: le tenemos pánico. Eso incluye hacer silencio para escuchar a quien nos está diciendo algo a nosotros (valga la redundancia, pero es a propósito).
Cada caso tiene sus particularidades, cierto. Pero en todos los casos, siempre me parece un irrespeto al espacio y tranquilidad de los demás, y al derecho que tenemos de disfrutar una actividad en paz; sea una peli en el cine, una conferencia interesante, manejar poniendo atención a la calle, ver a mi hija bailar... etc.

Lo otro que me llama siempre la atención, es que nadie se queja de tal "invasión". Cuando uno reclama su derecho al silencio, entonces uno es el trasgresor y desubicado (aunque los demás también puedan estar hasta la coronilla del ruidito ajeno).
De repente es verdad, los demás tendrán razón, y yo seré un amargado antisocial, jajaja. Pero amargado y antisocial me niego a declinar mi derecho al silencio. Es un derecho que estoy obligado a reclamar siempre, ¡AUNQUE SEA A GRITOS! ¿Quién se unirá a mi causa?

3 personas osaron a comentar este artículo:

D. dijo...

Jaja y yo creí que era el único. Exactamente lo mismo me pasó con la mía en diciembre en sus dos años (aquí el año escolar termina en diciembre). Los niños al final hasta se comportan mejor que las mamás que son más atravezadas que una vaca.

Naky Soto Parra dijo...

Alfredo, tan cierto y repetido es esta pésima práctica, que en mis primeras intervenciones como vocera, comprendí la importancia que tiene el humor como método de captura de atención. Tú lo sabes mejor que yo pues te constituye, pero en todo caso, siempre que intentaba arrancar con estilo de catedrática me conseguía a los 30 segundos con ese rumor que por muy leve que comience a los tres minutos ya es una guachafita insoportable.
A mi estilo, el necio de LuisCarlos lo llama "¡Hola amiguitos!", y aunque así sea, puedo darte pruebas de que hasta ahora es el único mecanismo para mantener a mi audiencia en silencio y poder trabajar mis ideas en paz.
Yo soy una "reclamona" Alfredo, tengo 8 años echándole piernas a la posibilidad de contribuir eficientemente a la formación de ciudadanos y tampoco renuncio a ello. Aunque me tuerzan los ojos.
Ahora dinos fuera del objeto de este post: ¿qué tal lo hizo la Chofis?
Un abrazo calladito,


¡sshhh!

Alfredo Calzadilla dijo...

Hola Diegoth, pues pa que veas que no estamos solos en el universo, jejeje.

Naky, creeme, lo del humor no funcionaba aquí. La maestra lo intentó peronada... Lo de la Chofis merece un post aparte... no logramos ni que se subiera al escenario...jajaja.

Un abrazo.

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